Su denominación procede del estilo que surgió en las colonias de la Europa del siglo XIX a raíz de usar maderas autóctonas para fabricar, de forma artesanal, muebles europeos de estilo clásico. Sus acabados beben además de las culturas donde se localizaban dichas colonias –África, Sudeste asiático y Sudamérica– creando un mestizaje exótico con una estética relajante.
Actualmente, es fácil apreciar accesorios coloniales en casi cualquier casa, pues aportan un toque muy natural a la decoración. Por el contrario, un “total look” ya no resulta tan popular como hace unas décadas. El avance del estilo nórdico y su halo blanco tienen mucho que ver en el asunto. Tanto que incluso los muebles coloniales, oscuros por naturaleza, han comenzado a comercializarse en tonos decapados o blanqueados. Todo sea por volver a estar en el candelero.
Pero si te tiene enamorado y deseas usarlo en su estado más puro, ¡adelante!. Al fin y al cabo el estilo colonial destila mucha clase y elegancia, y eso que encaja mejor en entornos naturales o rústicos. El motivo es que sus muebles necesitan grandes espacios y mucha luz para brillar. Además, funcionan tanto en interior como exterior por lo que contar con un porche te dará muchos puntos. Pero, sea cual sea la zona que vas a decorar, te aconsejamos no excederte en número de piezas. O eso, o bien combínalas con otras más ligeras.
Vitrinas, librerías, biombos o camas son los protagonistas indiscutibles de este estilo, siempre realizados en maderas exóticas de tonos oscuros (teca, iroko, mango o wengé, por citar algunos) pero con un corte elegante y limpio.
Destacan también los sofás y sillones tapizados con piel y cuero, a veces adornados con pequeñas tachuelas, que recrean esa estética natural y relajada. Compleméntalos con sillas más ligeras de ratán o bambú, e incluso con bancos de madera, que aligeran las mesas de comedor.
La paleta de colores se centra en los tonos neutros y terrosos, capaces de rebajar la contundencia de sus muebles. A veces incluso la de los techos, pues las casas coloniales suelen lucir techos de gran altura a dos aguas, forrados con vigas de madera. Los suelos (también de madera, claro), se refrescan con alfombras de fibras naturales como la rafia, el ratán o el bambú. O se caldean con piel animal.
En tejidos, triunfan el lino y el algodón, que fácilmente encontrarás en tapicerías y sábanas –estas últimas habitualmente blancas, al igual que las telas ligeras que cubren los doseles a modo de mosquitera–. Los estampados reflejan la flora y la fauna de las colonias. Destacan, por ejemplo, los “toile de jouy” con motivos asiáticos florales o los paisley florales en ornamentos africanos. Las toallas, en cambio, suelen ir bordadas o con acabados de puntillas.
Tanto tono oscuro requiere un contrapeso en los accesorios. Estos adquieren una mayor relevancia que en otros estilos al ser los responsables de trasmitir calidez y naturalidad a través de sus tonos claros o de su “historia”.
Por eso, no pueden faltar objetos, ahora considerados decoración vintage, como candelabros, maletas, mapas o baúles que, sin duda, te trasladarán a escenarios de películas tan míticas como “Memorias de África” o “Mogambo”. Pero también triunfan los objetos tribales y artesanales como cuencos de madera, máscaras o collares, entre muchísimos otros.
Y para acabar de darle el toque salvaje y exótico, nada mejor que llenar los interiores de plantas verdes XXL como las palmeras o el platanero. Las flores también son bienvenidas, por supuesto, pero mejor si eliges aquellas que procedan de estas latitudes antiguamente coloniales –el jazmín o las orquídeas, por ejemplo–, rizarán el rizo.